Cuento corto: «El mejor de todos los cuentos»
Un pequeño cuento con alguna enseñanza en valores o cualquier otra circunstancia de la vida de nuestros centros, a veces adaptado, otras inventado, y siempre ambientado en la escuela para hacerlo más cercano a nuestro alumnos.
Al final está disponible la lectura para imprimir, con preguntas y actividades de comprensión lectora.
Esta semana esperamos una gran historia, un estupendo cuento,… con él que nos quedaremos encandilados siguiendo su trama. Pero… ¿de dónde salen esas historias?, ¿cómo salen a la luz?.
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“EL MEJOR DE TODOS LOS CUENTOS”
Cuando yo era pequeño mi maestro nos contaba un cuento que iba inventado todas las semanas, con él decía que nos quería enseñar las cosas importantes de la vida. Lo que él llamaba: “VALORES”. En una ocasión nos dijo que ese día era especial porque nos había preparado el mejor de todos los cuentos, pero que -en lugar de contarlo como siempre hacía- en aquella ocasión nos lo daría en papel para que todos lo leyésemos y que -en silencio- meditáramos sobre lo que allí ponía, pero que era muy muy importante no decir absolutamente nada hasta que pensáramos bien las respuestas a las preguntas que nos iba a poner en la pizarra.
Nos hizo prometer que, por mucho que no pudiéramos aguantar, estaríamos callados y que sólo responderíamos levantando la mano. Todos le prometimos que no diríamos nada y que permaneceríamos en silencio hasta que nos diera la señal para hablar. Antes de darnos el cuento copió en la pizarra sólo dos preguntas:
– ¿Qué nos quiere decir este cuento?
– Invéntate un final distinto para el cuento.
Cuando el maestro nos lo repartió, lo puso boca abajo para que todos le diéramos la vuelta a la vez. El papel estaba en blanco y cuando terminó de repartirlo, nos dijo que le diéramos la vuelta y que continuásemos en silencio.
Al darle la vuelta a la hoja, comprobamos que seguía en blanco; algunos le volvieron a dar la vuelta de nuevo buscando algo escrito y otros -cuando se dieron cuenta de que no había absolutamente nada en el papel- miraron al maestro con la intención de decir algo. Pero el maestro -con un dedo en la boca en señal de silencio y otro, dando pequeños golpes en la cabeza en señal de pensar- nos hizo recordar la promesa que le hicimos de no hablar y meditar.
Y fue verdad, aquel fue el mejor de todos los cuentos que habíamos leído, porque -cuando señaló las preguntas de la pizarra- a cada uno se nos ocurrió una cosa distinta. Aquel papel en blanco fue una historia para cada uno: un país de nieve, una capa de invisibilidad, la cara brillante de un hada madrina… y además, cada uno pudo crear un final distinto a las historias que el resto de los compañeros no paraban de inventar. Cuando acabamos, habíamos descubierto el truco que tenía nuestro maestro para contarnos las historias… ¡Sólo era cuestión de darle rienda suelta a la imaginación!.
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