La odisea de Nomola
Nueva lectura detectivescas gracias a Felipe Gutierrez profe de 5º curso del CEIP el Olivar de Rivas en Vaciamadrid (Madrid), y creador del blog “Rinconcitos de lectura“ y que gracias a Silvia Asuero se le ha añadido preguntas de comprensión lectora que además de trabajar la lectura ayuda a resolver el caso.
Puedes leerla desde el blog o descargar la lectura para imprimir. La solución al caso la debes descargar a parte de la lectura y al final tienes enlaces con más lecturas de detectives.
Yo no tengo la culpa de tener amigos tan raros. Mi amigo Ulises es mi amigo y es muy raro. Por eso cuando le veo venir, suelo esconderme detrás de mi periódico o de una farola. Pero ese día, al que voy a referirme no pude escapar de él. Me abordó por detrás.
-¡Querido Joe!
Yo me volví empuñando mi paraguas “made in China” creyendo ser objeto de un atraco cotidiano.
-Maldita sea, Ulises, no vuelvas a hacer eso. He estado a punto de atravesarte con mi paraguas. ¿Qué es de tu vida?
-Oh, Joe, ¡qué desgraciado soy! Me ha ocurrido la mayor tragedia que le puede pasar a un hombre.
-¿Te han puesto una multa de aparcamiento?
-No, en serio, Joe, no bromees algo terrible me ocurrió ayer. Algo tan horrible como inexplicable. Por cierto tú, Joe, eres uno de los mejores investigadores de la ciudad, qué digo de la ciudad… ¡del país!; qué digo del país… ¡del mundo!
-Ulises sabes que no soporto a los pelotas ni a los llorones. ¿Qué te pasó? Pero se breve, tengo que comprarme unos calcetines y eso es importante.
-Verás querido amigo, sentémonos en ese banco… Verás. Yo salgo de trabajar de la cafetería Troya a eso de las ocho. Como mi casa está cerca en la calle Ítaca, decidí volver andando. Tuve mala suerte porque se desató una tormenta horrible de improviso. Parecía que todos los dioses se habían puesto en mi contra para que no pudiera llegar a mi casa. Me calé hasta los huesos, incluido los calzoncillos. Pero no por eso perdí el ánimo. Sabía que en casa me estaba esperando ella, Penélope. Ella es mi alegría, mi ilusión…
-Vale, vale Romeo, digo Ulises, no te enrolles. Ve al grano.
– Bueno pues como a las ocho y media llegué a mi casa. Pero desde lejos ya me di cuenta de que algo trágico había ocurrido.
-¿Por qué? ¿Qué viste?
-La ventana. La ventana estaba… abierta.
-¡Ah y se te mojó la alfombra! Ahora comprendo la gran tragedia.
-No, Joe, te hablo en serio. Aquello no me gustó nada. Yo la había dejado cerrada…
-¿Del todo?
-Bueno, no del todo, sólo dejo una pequeña rendija para ventilar.
-Bueno, sigue estoy en ascuas.
-Subí hasta mi casa en el octavo piso corriendo por las escaleras.
– Para haberte dado algo…
-No podía esperar al ascensor. Abrí la puerta. Efectivamente, lo que pensaba, la ventana estaba abierta y las cortinas se movían con el viento. Entonces fue cuando me di cuenta de que mi presentimiento se había hecho desgraciadamente realidad.
-¿Qué, qué? ¡Acaba por Dios!
-En el suelo, entre cristales rotos y un gran charco de agua, yacía la hermosa Penélope… ¡muerta, completamente muerta!
Entonces lo comprendí todo. Ulises había vuelto a casa después de su odisea entre tormentas y presentimientos para encontrarse con aquello. Todo quedó claro cuando comprendí… ¿Quién era Penélope?
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Este contenido se publicó por primera vez en actiludis.com el 11/01/2015
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