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Este artículo, a lo largo del tiempo que llegue a durar, lo dedicaré a cosas simples y sencillas  que después de leerlas nos harán pensar: «sí, es evidente, ¿y qué?».

Pues básicamente por eso  las dejaré aquí. Su simpleza y evidencia hace que las dejemos  pasar en clase, no siendo tan simples o evidentes para los que las escuchan y olvidamos que nuestras enseñanzas van dirigidas a quien, posiblemente, sepa poco o nada de lo que le estamos diciendo. No todo el mundo sirve para maestro/a… por mucho que sepas, si no sabes comunicarlo, no sabes enseñar; pero aún sabiéndolo trasmitir , si lo obvias  por considerarlo simple o conocido,  al final el resultado será el mismo.

Tercera Simpleza:

¿Cómo es posible que se pierda un tiempo precioso en intentar enseñar las horas del reloj analógico desde los primeros cursos de Primaria y sin embargo la calculadora esté presente en todos los sitios de nuestra sociedad y vetada en los colegios?. Por la irrupción de los móviles, los relojes analógicos de pulsera han quedado como una reliquia del pasado para nuestros jóvenes y los pocos que los llevan, lo hacen como  un ornamento o complemento de la vestimenta. Sin embargo un aprendizaje que los alumnos/as pueden hacer perfectamente en pocas sesiones en quinto o sexto de Primaria, se convierte en una tortura sin sentido desde el primer curso.

Segunda Simpleza:

El error es una fuente de aprendizaje que todos los maestros conocemos, pero no todos se paran a indagar qué ha provocado un determinado error y dejan pasar magníficas oportunidades para encender la bombilla del conocimiento al errático alumno. Otros errores no son errores, son “horrores” y hay que saber distinguir los conocimientos previos o creencias populares que inducen a errores, de los disparates frutos del desconocimiento.

Ejemplos de ambos errores es cuando fallan en un problema matemático por no entender el enunciado, o cuando al escribir trasladan el lenguaje de la calle al escrito, frente a cuando nos dicen que los “rayos catódigos” eran “Isabel y Fernando”.

Primera Simpleza:

Para empezar una muy simple y olvidada, ya que se tiende a darle importancia a hacer muchas cuentas, buscando el automatismo, y se pierde la perspectiva del significado real del resultado y  lo qué representa.

«En la división, el resultado que se obtiene no es el resultado, sino una parte del mismo… El resultado de dividir 8 manzanas entre 4 niños no es 2, sino 2,2,2 y 2» («Enseñar matemáticas a alumnos con necesidades educativas especiales» Jaime Martínez Montero. WK Educación 2010).

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